viernes, 21 de febrero de 2014

Civilizaciones

ROMA
Victoriam, victoriam. We’ve won. Con estas palabras, el mismísimo César acabó el capítulo más vergonzoso de la historia, y pretendió borrarlo de los anales para preservar la dignidad del pueblo romano en los tiempos venideros.

Si no fuera por la información fragmentaria que nos ha llegado a través de fuentes alternativas, poco sabríamos del verdadero origen de Roma. De cómo, conscientes de que eran el baluarte de luz y civilización en un tiempo salvaje, iniciaron una purga exhaustiva de todo el resto de la humanidad para que, al final, todos hablaran latín.

GALLIA
Rubicundos guerreros que desprecian la armadura y quieren demostrar al mundo su vigor combativo, se puede confiar en su honor.

A menos que ellos decidan que has hecho algún mal a uno de los muchos focos de chabolas que ellos llaman aldeas, en cuyo caso lanzarán oleada tras oleada de infantería suicida sedienta de sangre y deseosa de manifestar su hombría.

Ellos  cultivan a la vez las artes de la jardinería y de la borrachera, de la estigmatización de la mujer y de su uso como unidad de combate definitiva. Bienvenidos a la Galia de Faramond y demás chusma de su calaña.

IBERIA
Luchan por la libertad. Infatigables guerrilleros, honrados campesinos, loable veneración a la naturaleza.

Esta es la imagen que puede que tengamos de los iberos, y desde luego que es la que quieren dar sus caudillos, que no son más que corruptos especuladores maníacos que de buena gana tiñen de sangre los campos de Iberia si ello contribuye a aumentar su dominio y fortuna. Expertos en la retórica basura y  los ajustes de cuentas subrepticios dirigen a esta civilización a su propia condena.

Entre ellos resuena el nombre del infatigable azote de los romanos y defensor de la libertad perdida, Fermintxo.

CARTAGO
Muchos saben que Aníbal cruzó los Alpes con elefantes. Pero muy pocos saben que los elefantes no eran el arma definitiva de la antigua Cartago.

A muy pocos, irónicamente, les dice algo el nombre de Nedelcho. Irónicamente porque, aunque Roma ganó la guerra política, Nedelcho ganó, y sigue ganando, la guerra genética. Durante su corta pero intensa vida fue el epítome de su decadente civilización, arrastrando con él a hordas de putos, de orcos y de beduinos sobornados y ansiosos de probar los placeres prometidos por una retórica tosca pero gutural, violando, quemando y torturando sin importar la secuencia, a todo lo que se cruzaba por su camino.

La lascivia de Nedelcho no es compatible con otras formas de vida digna, y su destrucción, decía el senado de Roma, es una necesidad.

BRITANNIA
Cuando la estridente voz de los altivos miembros de la aristocracia britana resuena por los páramos y entre las destartaladas casas de las aldeas, el sufriente campesinado sabe que habrá problemas. Con una última plegaria a Freya, se calzan sus botas, se echan encima un par de pieles y toman la espada por donde pueden para marchar resignados a defender el honor de un pueblo tosco pero, a sus ojos honorable, que gusta de desperdiciar las lluviosas tardes britanas apostando dinero en juegos de azar y emborrachándose en la taberna como auténticos rufianes.

Pero cuando llegan las vacas flacas siempre habrá un Patrick Morgan que se ajuste el kilt, afile su claymore y se cale la boina de las tierras altas para luchar por los hijos de Morrigan.

GERMANIA
Incluso los galos conocen la civilización, aunque sea de refilón. Pero conforme nos alejamos hacia el norte, los bosques se hacen más espesos, el verde más oscuro y el ambiente más umbrío.

La escasa representación que tiene la humanidad por estos parajes toma la forma de un pueblo sagaz, orgulloso pero sobre todo agresivo hasta límites psicopáticos.

Hordas de rudos soldados, sugerentes cazadoras y pechugonas arqueras e incluso las legendarias chicas sexys tienen una amabilidad con los extranjeros tan escasa como su vestimenta. Y a la cabeza de estas partidas de caza siempre se encuentra el jefe de la tribu, un individuo aguerrido y líder indiscutible de los suyos, que, según dicen las malas lenguas, estrechan vínculos con los demonios de la Cábala allá en el norte profundo…

AEGYPTUS
Siglos atrás, el faraón era uno y Egipto era grande. Tenía además una cultura propia y una estética e idiosincrasia que brillaban con luz propia.

Sin embargo, los últimos años no han tratado bien a los egipcios. Por eso hace falta un liderazgo fuerte y un movimiento cultural intenso que devuelva a los egipcios la posición preeminente que les corresponde.

El problema es que muchos egipcios han llegado a esta conclusión, y como consecuencia muchos de ellos se autoproclaman faraones. La sofisticada cultura egipcia de antaño se ha convertido en una patética imitación estética llena de aberrantes excesos y flagrantes carencias, y el creciente sector de población con problemas de subnormalidad exige una solución ocupacional.

La respuesta rápida de muchos faraones es reunir una masa de mongos y guerreros egipcios a su alrededor y lanzarse a una campaña de conquista.